Movido por el Espíritu,
Marcelino Champagnat quedó cautivado por el amor de Jesús y María a él y a los demás.
(2)
SEGUIR A CRISTO, COMO MARÍA, en su vida de amor al Padre y a los hombres. (3)
Al darnos el nombre de María, el Padre Champagnat quiso que viviéramos de su
espíritu. (4)
Convencido de que ella lo ha hecho todo entre nosotros, la llamaba Recurso Ordinario y
Primera Superiora. (4)
Contemplamos la vida de nuestra Madre y Modelo para impregnarnos de su espíritu. (4)
Sus actitudes de discípula perfecta de Cristo inspiran y configuran nuestro ser y
nuestro actuar. (4)
Dios entregó su Hijo al mundo por medio de María. Por eso, nosotros queremos hacerla
conocer y amar como camino que conduce a Jesús. (4)
Actualizamos así nuestro lema: "Todo a Jesús por María, todo a María para
Jesús". (4)
La predilección por las tres virtudes marianas de humildad, sencillez y modestia nos
viene de Marcelino Champagnat. Estas virtudes revisten de autenticidad y amabilidad todas
nuestras relaciones personales. (4)
Ofrecemos gustosamente nuestra vida y nuestros talentos al servicio de la Iglesia y del
mundo, haciendo el bien sin ruido. Conscientes de nuestras limitaciones, ponemos nuestra
confianza en Dios y en María. (4)
La espiritualidad que nos legó Marcelino Champagnat tiene carácter mariano y
apostólico. (7)
Jesús lo es todo para nosotros como lo fue para María. (7)
Actuemos como ella, con discreción, delicadeza y respeto a los demás. (7)
Formamos comunidad en torno a María, nuestra buena Madre, como miembros que somos de
su familia. (7)
Nos sentimos unidos con lazos especiales a las demás familias nacidas de la Sociedad
de María, con las cuales nos proponemos irradiar en la Iglesia el espíritu de María que
nos es común. (10)
María, elegida por Dios para pertenecerle plenamente, es el modelo de nuestra
consagración. (18)
En la Anunciación, acoge con fe la palabra del Señor y se abandona con gozo y amor a
la acción del Espíritu Santo, por la entrega total de sí misma. (18)
Su corazón de mujer y de madre conoció las satisfacciones y dificultades de la vida.
(18)
Vivió junto a Jesús, con una total confianza en el Padre, hasta la Cruz. (18)
En la gloria de Cristo resucitado, es ella, de modo especial, la madre de los que se
consagran a Dios. (18)
Entregados a María y seguros de que intercede por nuestra perseverancia en la
fidelidad, le agradecemos vivamente el don de nuestra vocación. (18)
Nuestro Fundador, que tanto aprendió de María, continúa siendo para nosotros un
modelo de entrega sin reservas a Dios y a los demás. (18)
Quiso nacer de la Virgen María y vivir dedicado enteramente a las cosas de su Padre.
(19)
Como el Padre Champagnat, buscamos en la Virgen un guía y un apoyo en el aprendizaje
de la castidad. (21)
Ella es la mujer que, por vez primera en la historia, vivió la virginidad en razón
inmediata de Cristo. (21)
Y el Espíritu Santo la hizo fecunda. (21)
Al acogerla en nuestra casa, aprendemos a amar a todos y nos convertimos como ella en
signos vivos de la ternura del Padre. (21)
María nos inspira una respuesta desinteresada a las llamadas de los jóvenes y una
solicitud constante por ellos. (21)
El Magníficat nos revela el corazón de María, que, con los pobres de Israel, pone su
confianza en la fidelidad del Señor. (30)
Con José, el carpintero, convive con los sencillos habitantes de Nazaret. (30)
De la Anunciación al Calvario, María da su consentimiento activo a todas las formas
de desprendimiento que Dios le pide. (30)
Con ella y como ella, dejamos que se vayan rompiendo poco a poco nuestras ataduras
terrenas, dóciles a la voluntad purificadora del Señor, que modela en nosotros un
corazón de pobre. (30)
Toda la vida de la Virgen es prolongación
de su 'Fiat'. (38)
Por su obediencia se convierte en Madre de Dios y coopera en la misión redentora de su
Hijo. (38)
Es bienaventurada porque escucha y cumple la Palabra del Señor. (38)
Como Hermanos Maristas, nos hacemos discípulos de la Sierva del Señor y respondemos a
su invitación: "Haced lo que Él os diga". (38)
De ella aprendemos docilidad al Espíritu y obediencia lúcida y valerosa. (38)
A imitación de la comunidad de los Apóstoles, reunidos en el Espíritu Santo el día
de Pentecostés, reconocemos entre nosotros la presencia de María, Madre de la Iglesia.
(48)
Ella nos ayuda a vivir como hermanos, haciéndonos comprender mejor que formamos el
Cuerpo de Cristo. (48)
Como María en la Visitación y en Caná, estamos atentos a las necesidades de nuestra
comunidad y del mundo. (48)
Como ella en Nazaret, llevamos una vida sencilla y laboriosa. (48)
Los hermanos lo amaban como a padre [al P. Champagnat]. A su lado y
en torno a la buena Madre, profundizaban el sentido de la fraternidad, de la abnegación y
de la entrega a los demás. (49)
Siguiendo el ejemplo y las enseñanzas del Padre Champagnat, la comunidad considera al
hermano joven como un don de Dios y una atención de María. (53)
Por su parte, el hermano enfermo o atribulado busca fortaleza en el Señor y en María.
(54)
El hermano puede, así, gustar la dicha de morir en la familia de María. (55)
María es nuestro modelo de oración. (67)
Virgen de la Anunciación, acoge la Palabra de Dios. (67)
Mujer bendita entre todas, exulta de gozo en Dios, su Salvador. (67)
Sierva fiel, vive su «sí» hasta la Cruz. (67)
Madre, contempla en su corazón las acciones de su Hijo a la luz de la Escritura. (67)
En Caná hace valer su intercesión y en el Cenáculo ora con la Iglesia. (67)
Nosotros, Hermanos Maristas, al orar con María participamos en su alabanza, en su
acción de gracias y en su intercesión. (67)
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