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La
Revolución Champagnat |
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( Extr. de García Barrientos, Modesto:
"La revolución de Champagnat" PPC, Madrid 1962. )
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En el
principio era la madre |
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Como siempre, en el principio
era la madre. En el mundo moral, lo mismo que en el físico.
Siempre unos ojos limpios guiando como faros salvadores nuestro andar por la
vida.
Unos ojos llenos de amor. Para Marcelino Champagnat, los ojos de una mujer
fuerte, montañesa, que velaba y se desvelaba por diez hijos y por un esposo,
montañés también, alcalde revolucionario (poco revolucionario) de una pequeña aldea
del departamento francés del Loira.
A lo lejos canta el molino su eterna canción fecunda. Mugen los terneros, y
de la granja, que despierta, nace ese concierto típico de ruidos y alientos.
Otra persona vela el sueño tranquilo del chiquitín. Es una tía monja
recientemente expulsada de su convento por la revolución.
Estas dos mujeres serán las dos únicas que se crucen en el
camino de ese pequeño sobre el que Dios tiene puesta su mirada de predilección.
Esas dos y la Mujer, con mayúscula. La Mujer Eterna y Prototipo, que va a
llenar en seguida su corazón y su vida. Va a inspirar todas sus actividades y
va a completar y suplir la formación que ya empieza a darle la otra madre. La
madre que era desde el principio y que también se llama María. María Chirat. |
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Pastor
propietario |
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Marcelino es un chavea de pocos años que ya está
dando que hablar a la gente. Se levanta con el sol y luego juega a subir más
que él uno escalando nubes y otro escalando peñas en busca del brezo para su
rebaño.
Y el muchacho, en las cumbres, se tira boca arriba, hartándose de luz y de azul.
Y leyendo a ratos rezando el maravilloso libro de la
Naturaleza. Y hace planes. Calcula cómo se las arreglará para
aumentar "su" rebaño. Sí, porque su habilidad le ha hecho dueño
de una parte de las ovejas que ahora sestean idílicamente a su lado.
"Venderé...", "luego, compraré...", "y después..."
Después ... nada de esto, Marcelino.
Tendrás rebaños inmensos y una legión de zagales con la cruz como cayado
bajo tu mirada. Pero ya nunca serás propietario. Todas tus ovejas
serán del redil de Cristo.
Vamos, Marcelino, desciende; que a ti Dios te hablará en el llano ... |
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En flor
de vuelo |
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Dios le esperaba abajo, en su propia casa, donde un
profesor del Seminario le pregunta si quiere ser sacerdote.
Marcelino lo piensa. Por primera vez siente dentro del alma un calor nuevo,
y ¡sorpresa para los suyos!, contesta decidido: Seré sacerdote.
¡Dios lo quiere!
Así, jugándoselo todo a una carta. Valientemente, con el grito de los
cruzados. Sin temor al posible fracaso. Sin escenas, con
sencillez. |
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A
vuelta con los latines |
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No sabe el pequeño montañés en qué lío va a
meterse. Su propio tío, maestro, trata de desanimar a la familia, porque la
inteligencia del futuro seminarista no acaba de abrirse.
Pero él será sacerdote, cueste lo que cueste.
Muere su padre, y entonces echa mano de los francos que había juntado con lo del
rebaño y se marcha al Seminario Menor de Verrières.Dificultades de todo
género.
Y el joven seminarista las vence, pensando en el beso que le clavó su madre al
despedirle y animado por la sonrisa de la otra Madre que ha encontrado en el altar.
Machaca y machaca. Riega con lágrimas la vieja gramática enrevesada.
Es encargado de dormitorio, con celda aparte, lo que le permite quemarse las pestañas
de noche con el cabo de vela balbuciente.
Al principio los muchachos se reían de él. Ahora tiene buenos
amigos. A su lado duerme el pequeño Donnet, futuro cardenal.
Y aprueba dos cursos en un año.
Y al año siguiente otros dos. ¡Ya está a la altura!... |
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Cristiano
muy recio |
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Va de vacaciones el seminarista, respaldado por un
reglamento durísimo que iba a ser el nervio de su veraneo. Oración,
sacrificio, estudio ¡sienta muy bien en verano, de veras! y apostolado con
los niños y enfermos.
Es cristiano muy recio –decían
de él las gentes–. Llegará a ser un gran sacerdote.
Entre las mortificaciones que se había propuesto está la de no tomar nada entre
comidas. (Ni "Coca-colas" siquiera...)
Un día cuentan las crónicas, al pasar junto a un cerezo, se le ocurrió
coger una fruta y llevársela a la boca. Pero al momento se reprochó aquella
satisfacción, escupió la fruta y la pisoteó, prometiendo a Dios que nunca más se
dejaría vencer por la gula.
La cosa en sí parece que no tiene demasiada importancia. ¡Cereza más o
menos...! Pero hay una ley ascética infalible que conviene tener presente:
"Quien no es capaz de vencerse en las cosas pequeñas, caerá en las grandes".
La reciedumbre de Marcelino se veía en éstas y en otras.
Lyon era un hervidero de agitación y de revuelos. Los revolucionarios
aprovechaban ¡siempre lo mismo! el caos que por miedo al coloso fugado de la
isla de Elba reinaba por todas partes, ensañándose con la Religión.
Nuestro seminarista amplio manteo y sombrero de ala plegada se dirige al
Seminario.
-- Señor cura, por lo que más quiera, escóndase, que acaban de insultar a otro
sacerdote y por poco le tiran al Saona...
-- Yo he de ir al Seminario...
-- ¡Pero si precisamente han asaltado el Seminario porque se rumorea que allí hay
armas!...
-- Por eso voy. Yo mismo tengo una. (Y empuñaba el gran
breviario.) Les voy a preguntar si esta clase de armas puede inquietar al
Gobierno. |
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La
trinca del cielo |
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Tres hombres de Dios cogidos de la mano.
Tres grandes santos que habían sellado su amistad con un abrazo en lo alto de la
colina que en Lyon acerca más al cielo. Es una colina coronada por un
santuario dedicado a la Señora. Se llama Fourvière.
Fourvière ("forum vetus") está construido sobre ruinas romanas y sangre de
mártires cristianos.
Y sobre las ruinas de la revolución y la sangre de una Francia mártir iba a levantar
esa "trinca del cielo" el Santuario de sus tres vidas apostólicas.
Formaban la trinca: San Juan María Vianney (Cura de Ars), San Marcelino
Champagnat y el venerable Juan Claudio Colin. Los tres han vivido juntos sus inquietudes en el Seminario Mayor de San Ireneo, de
Lyon.
Colin y Marcelino, con otros compañeros, van a fundar la Sociedad de
María. Los Maristas. A Vianney le esperaba la misión de Ars, que será la misión del mundo.
Los años no van a hacer más que estrechar los lazos de afecto que habían nacido en
los días del Seminario.
Y el pobre Cura de Ars, cuando el mundo se le venga encima, cuando empiecen a flaquearle
las fuerzas, y el miedo ese miedo que asalta a veces a los hombres de Dios le
aplaste, se acordará de sus viejos amigos. Y de noche, huyendo de su destino,
irá a llamar a la puerta de los maristas en busca de refugio.
Pero Dios acalla los
golpes y aquella no se abrió, en toda la noche. Juan María Vianney se dio cuenta de que el Señor quería que volviera a su vieja parroquia. |
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Retrato |
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Las gentes de La Valla
comentaban, entre orgullosas y divertidas, la talla elevada del nuevo
coadjutor.
Y tenían motivo. El abate Marcelino era un gigantón que media uno ochenta
y tantos...
De anchas espaldas y andar decidido y majestuoso. Frente muy ancha, como
invitación abierta a todos los nobles pensamientos. Brazos robustos de
montañés. Todo le vino bien al futuro Fundador. Porque le
tocaría hacer de albañil, carpintero, forjador...
Y buen montañero. Los caseríos de su feligresía estaban tan diseminados
que le costó muchos sudores el conseguir que no se le muriera nadie sin
sacramentos. Y eran tan malos los caminos y tan buenos los barrancos de las
laderas, que resultaba temerario el aventurarse de noche por aquellos parajes.
Una vez... Bueno, ya sabéis lo del sacristán que patinó en el fango y
cómo el coadjutor hubo de sacarle a hombros y hecho una lástima...
Mirando al final de su vida aquellas montañas, decía con nostalgia: "Si se
pudiera recoger el sudor que he dejado por estos caminos, habría para llenar una
bañera".
(Con satisfacción leemos en una revista americana que recientemente le han dado el nombre
de Champagnat a un pico de 4.023 metros de altitud situado en el cordón que separa el
estero Flores del río Blanco, en la provincia de OHiggins, de Chile.)
Pero pensando sobre todo en la talla moral del Padre Marcelino, escribió Guy Chastel
al empezar su biografía: "A medida que me iba acercando a este hombre, le he visto
crecer hasta encontrarme frente a un gigante". |
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Divinas
locuras |
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... son las de los Santos.
Y los cuerdos del mundo, siempre lo mismo: Recemos por ese pobre de La Salle, que acaba
de perder el juicio...
A Don Bosco le invitan a dar un paseo... hasta el manicomio.
Claro que el "cuerdo" que inventó la treta quedó vestido con camisa de fuerza,
y el "loco" Fundador de los Salesianos salió a esparcir por el mundo su divina
chaladura.
Siempre lo mismo. Pero es natural, porque ya lo hicieron con Cristo.
Y Marcelino no se iba a librar.
-- Se rumorea, señor librero, que acaba usted de prestar doce mil francos a ese loco
de Champagnat...
Y el buen hombre tuvo que defender al santo sacerdote.
Todos los cuerdos patinaron una vez más. Y una vez más quedó en el aire
el terrible interrogante: ¿Locura o santidad?
Contra Marcelino Champagnat empezó todo cuando se decidió 2 de enero de
1817 a juntar en una casita (que compró por 6.000 francos prestados) cuatro o cinco
muchachos, con la intención de hacer de ellos unos maestros cristianos.
Y lo iba consiguiendo poco a poco, trabajosamente, porque todo eran dificultades.
Carecían de dinero y trabajaban en pequeñas industrias para
procurárselo. Y le daban duro al estudio. Tanto, que a los pocos
años ya salían por las aldeas a enseñar el catecismo y en seguida empezaron a hacerse
cargo de la dirección de escuelas rurales.
Y los pueblos pedían "Hermanos".
Bajo la mirada de la Señora, que "todo lo ha hecho entre nosotros",
estaba ya en marcha la Congregación Marista. |
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Por
vosotros |
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Si no hubiera sido por vosotros y por aquella voz
interior que sintiera a los pies de la Virgen de Fourvière, el santo sacerdote lo habría
echado todo a rodar cien veces.
Pero el buen Marcelino iba a París y allí le esperaba una bandada de golfillos que
le aligeraban de calderilla los bolsos y se apostaban con él francos enteros contra
lecciones de catecismo. Iba a Lyon y también allí le salía la chavalería
ruidosa, que se había dado cuenta de que el aspecto serio del señor Champagnat ocultaba
un alma riente y un corazón amigo de la alegría y hasta de la bulla. Y
también en Saint-Chamond, la ciudad más cercana al noviciado.
Allí le sobresaltaron un día unas voces escandalosas, que le llamaban por su
nombre. Era el papagayo de una familia amiga, al que el Fundador acostumbraba
a premiar con terrones de azúcar... El pequeño Adrián, su dueño, pasó
mucho apuro por el escándalo que el pajarraco había armado en la calle, pero el rostro
comprensivo del señor cura y la doble ración con que premió al charlatán, ahuyentaron
todo temor. |
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La
lógica de los santos |
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Desde la altura en que viven los santos toda lógica
humana es lamentable. Cuando tratamos de encuadrar sus actos en nuestros
pobres razonamientos, lo echamos todo a perder.
Marcelino era un tipo humano envidiable. Un "hombre de
hoy". Un sacerdote santo que sabía llevar con dignidad la sotana y que
sabía manchársela de barro ayudando a los albañiles, y rasgársela escalando montes, y
que hubiera sabido arremangársela o quitársela inclusive si veía que le estorbaba para
montar en la moto.
Y también tenía su lógica desconcertante. Se echaba encima el negro
invierno. Los Hermanos se alarman por la escasez de recursos y de
provisiones. Acuden al Padre. Solución: manda asilar a cuarenta
ancianos y recoger todos los huérfanos que hubiera en la comarca.
Revolución de 1830. Alarma general en todos los sectores
eclesiásticos. Los rectores y maestros de novicios, por precaución, sugieren
a los seminaristas y novicios que se vuelvan temporalmente a sus casas.
Marcelino organiza nuevas y solemnes tomas de hábito.
"Los malos no nos pueden tocar ni un cabello, si Dios no se lo
consiente. Como a las olas del mar les dice: hasta aquí podéis llegar y nada
más."
¡Este señor Champagnat es admirable!
Los revolucionarios pasan a la acción. Derriban cruces, queman iglesias,
asesinan sacerdotes...
La lógica: "Conviene estar prevenidos. Es necesario hacerse con
trajes de seglar, por lo que pueda suceder".
El santo: "Desde mañana cantaremos diariamente la Salve al levantamos, para que
la Virgen nos proteja".
Y desde entonces, los maristas riñen con la aurora y dejan que la música del saludo
más hermoso a la Señora esponje las almas; y piden a la Reina de los Mártires por todos
los hijos de Dios que sufren persecución por la justicia.
(Mientras se cantaba esta Salve, el sábado 6 de junio de 1840, joven aún, con una
vida quemada prematuramente en el mejor de los servicios, volaba al cielo y saltaba a la
inmortalidad este pequeño revolucionario de Dios que se llamó Marcelino Champagnat.) |
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Con
pasos como besos |
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Cuando ya los maristas empezaban a pitar y las
gentes se hacían lenguas, los intrigados curiosos se preguntaban quién era el fundador
de la nueva congregación.
Y traqueteo monótono de diligencia el buen clérigo interroga al Padre
Champagnat, que viaja a su lado:
-- Don Marcelino, se oye hablar por todas partes de esos Hermanitos
nuevos... pero, ¿quién es su fundador?
--
¿Fundador?... Nadie. Unos cuantos jóvenes se han reunido en amor
apretado a la Señora, un sacerdote los dirige y así sigue la obra.
Luego Pemán, el castizo poeta andaluz, lo diría, sin querer, en una de sus muchas
felices estrofas:
"No se ganan las almas con sonoros
excesos
de tambor y clarines y en el viento el
airón...
Hay que entrar de puntillas, con pasos
como besos,
por las sendas ocultas que van al
corazón."
Y Marcelino enseñará a sus hijos ese modo silencioso de pisar por la vida. |
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Tres
sentencias |
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Marcelino dejó poco escrito.
No obstante, sus discípulos recogieron en unos cuantos tomos sabrosísimos todas sus
enseñanzas.
Cada mañana leen a los Hermanos una sentencia cortante, esperanzadora
, que sirve de santo y seña para el día.
Si nos obligan a escoger la esencia de todo lo que de él nos ha quedado, copiaríamos
estas tres máximas:
Meta: "Hacerse Hermano marista es comprometerse a hacerse santo" (por si te
animas).
Camino: "Los maristas deben ocupar los primeros puestos ante el pesebre de Belén,
en el Calvario y junto al altar".
Y, por fin, como síntesis de todas sus teorías sobre educación: "Si lográis
infundir la devoción a la Virgen en el corazón de los niños, los habéis salvado." |
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Todos
somos hermanos |
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Marcelino pasó la vida luchando contra las falsas
fraternidades de los "slogans" revolucionarios.
Y tratando de reavivar en el mundo el fuego de la caridad evangélica.
Y tratando de sembrar alegría en el vivir y contento entre los hombres.
Y procurando que los humanos hablaran un solo lenguaje y se entendieran.
Reunió un grupo de "Hermanos" y fundó escuelas familias donde
los muchachos aprendieran ante todo a amarse. A ser cristianos. En esas familias por él fundadas hay un Padre: Dios.
Hay una mirada cariñosa y maternal envolviéndolo todo: la mirada de la Virgen.
Y los demás, todos hermanos. Hermanos mayores que vigilan, que trabajan,
que aconsejan, que fruncen el ceño y que ¡según vosotros! abusan un poco, a
veces, por ser mayores.
Y hermanos pequeños que estudian, que juegan, que rezan... y que aguantan.
Todos hermanos, viviendo en la alegría de saberse miembros de la gran familia
cristiana. |
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