VIDA y MILAGRO de Marcelino Champagnat

página 4 de 6


Pronto se les unen otros compañeros: Juan Claudio Audras, Antonio Couturier, Bartolomé Badard, Gabriel Rivat, etc. etc.
Al principio dedican el tiempo a su formación espiritual: estudio y oración.
Pero también hay que trabajar.  Se dedican a hacer clavos, luego los venden, y así se gana la vida aquella primera comunidad.
El P. Champagnat les ayuda en todo y, al final de la etapa de formación, les impone el hábito de los Hermanos Maristas.
Al año siguiente, Marcelino abre una escuela en La Valla.  Pone al frente de la escuela a un viejo y sabio maestro contratado.  Algunos Hermanos le ayudan y al mismo tiempo van aprendiendo a dar clase.
Poco a poco, los Hermanos se hacen cargo de la escuela de La Valla.   Pronto se abren nuevas escuelas en Marlhes, y otros pueblos de los alrededores.
Las familias están muy contentas y cada vez hay más niños en las escuelas.
La congregación de los HH. Maristas ha comenzado su misión, pero también comienzan las dificultades: el obispo, algunos sacerdotes de la diócesis y otras personas importantes le ponen muchas pegas al P. Champagnat: Dicen que es un orgulloso, que se ha metido en una obra muy grande y sin dinero, que aquello va a durar muy poco ...
Además, todos los Hermanos disponibles estan ya dando clase en las escuelas y no hay aspirantes para continuar la obra.
Pero Marcelino no se desanima: continúa formando a sus Hermanos, y eleva su oración a María con toda confianza ...  La respuesta de la Madre no se hizo esperar mucho tiempo.
Pocos días después, se presentan en La Valla ocho jóvenes de las montañas de Velay.  Dicen que quieren ser religiosos y dedicarse a la enseñanza.
Marcelino se queda asombrado.  Los acepta como un regalo de María.  Entre ellos estaba el que luego sería el Hno. Juan Bautista, que escribió la primera biografía del P. Champagnat.
Al año siguiente, el Hno. Juan Bautista cae muy enfermo en la comunidad de Bour-Argental.  Marcelino va a visitarlo, atravesando los montes, acompañado por el H. Estanislao.
Pero a la vuelta les sorprende una furiosa tormenta de nieve y se pierden en las montañas.  Después de mucho caminar, el Hno. Estanislao se desmaya agotado por el frío.
Marcelino eleva su corazón a María y le reza el «Souvenez-vous» lleno de confianza.  Pocos minutos después ve a lo lejos una luz: era un campesino que, en mitad de la nieve, había salido a ver el ganado.  Haciendo un último esfuerzo, pueden llegar a la casa y se salvan de una muerte segura.
Durante los primeros años, el P. Champagnat tuvo que sufrir muchas críticas y dificultades por parte del obispo y de otras personas.  Pero cuando nombran un nuevo obispo de Lyon, las cosas empiezan a cambiar.  El nuevo obispo, Mons. Gaston de Pins, aprueba la obra de Marcelino.  Incluso le anima a construir una casa más grande para que crezca la congregación.
Marcelino ya se había fijado en un terreno, en el valle del Gier, cerca de La Valla.  Lo compra, con la ayuda del obispo, y empieza a construir.
Al principio fue sólo una capillita en medio del bosque, en donde se juntaban todos para hacer sus oraciones y el P. Champagnat celebraba la Eucaristía.