VIDA y MILAGRO de Marcelino Champagnat

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Poco a poco se va construyendo la nueva casa.

La construye Marcelino con sus propias manos.  Naturalmente, también hay albañiles, y todos los Hermanos trabajan en la obra.
Hubo que cortar parte la roca del monte para ganar terreno.  La piedra que cortaron sirvió para construir la casa.  Al lado hay tierra buena que servirá de huerta, regada por el Gier, un riachuelo que pasa a pocos metros.
Es un paraje maravilloso; hoy está declarado parque natural.

 


Pero los trabajos de la construcción no impiden que el P. Champagnat y los Hermanos sigan atendiendo la enseñanza y la catequesis de los niños.
Incluso se abren algunas escuelas más.
Por entonces, los Hermanos vestían un hábito muy sencillo: una levita con una capa azul y un sombrero alto.   Por eso la gente les daba el nombre de «Les Frères Bleus» (los hermanos azules).

 


Se termina de construir la nueva casa en el valle del Gier: tiene tres pisos, es una obra impresionante.
Marcelino invita a las autoridades eclesiásticas, se bendice la capilla y se inaugura oficialmente la casa.  Es un día importante para la congregación.
Se le dio el nombre de «Nuestra Señora del Hermitage» y fue, durante mucho tiempo, la casa central de la congregación marista.

 


La congregación sigue creciendo.
Ahora, al hacer los votos, los Hermanos visten sotana negra con un cordón en la cintura; en el cuello llevan el «rabat», una especie de babero blanco parecido al que llevaban los sacerdotes de aquella época.
El P. Champagnat atiende a los Hermanos, los ayuda en su formación, visita las escuelas, comienza a escribir la primera «Regla» de los HH. Maristas, intenta conseguir de las autoridades francesas el reconocimiento oficial de la congregación ... y su salud comienza a debilitarse.
 
Estamos en 1830 y en Francia ha estallado una revolución: las congregaciones religiosas están en peligro: no pocos religiosos dejan el hábito y se refugian donde pueden.
Marcelino reúne a los Hermanos, habla con ellos, les anima a confiar en Dios y en la Virgen: "No os preocupéis, María nos defenderá".  E introduce la costumbre de empezar el día cantándole la Salve a la Virgen.
Incluso, pocos días después, celebra la toma de hábito de un grupo de aspirantes.  Durante toda la revolución, nadie molestó a los Hermanos.
Desde entonces, los Hermanos Maristas comienzan y terminan el día con el canto de la Salve.
 

Al mismo tiempo que ha ido creciendo la congregación de los Hermanos Maristas, se ha desarrollado –de forma paralela– la «Sociedad de María», la congregación de sacerdotes que habían pensado fundar los compañeros del P. Champagnat cuando todavía estaban en el Seminario.
Marcelino se siente muy unido a ellos, y ahora se alegra porque la «Sociedad de María» ha conseguido de Roma la aprobación pontificia.
Fue una verdadera hermandad: los Padres ayudaron a los Hermanos y éstos también ayudaron a los Padres Maristas.